A inicios de este mes, explotó una bomba en un bus en Guatemala. El delito fue atribuido a las maras. En los medios, se hablar de terror.
En la cárcel, asesinaron a un miembro de la mara 18. Supuestamente por ordenar el bombazo sin autorización de los demás. Con su muerte, y la muerte de los presuntos autores materiales en distintos lugares de la ciudad, se van las probabilidades de conocer la verdad.
Por las noches, evito pasar por la Plaza Central, hay dos o tres muchachos asaltando, casi siempre. Todos los vecinos del centro lo sabemos. Lo sabe la mujer que vende atol en la esquina. Lo saben los niños que venden chicles por las noches. Unos días después del bombazo, la “inteligencia” policial del sector evitó que estallara otra bomba en un bus. El crimen se combate con selectividad ¿o forman parte del mismo plan?
Simultáneamente a los bombazos, dos eventos importantes se desarrollaban en el país. El primero, la elección de magistrados para la Corte de Constitucionalidad, máximo orden de resolución de conflictos legales. El segundo, las enmiendas en el Congreso a la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Dos hechos de suma importancia para reformar, de fondo, a este espacio de tierra llamado Guatemala. Pero las bombas en los buses, venden más.
Otro debate se reactiva: la pena de muerte, unos que sí, otros que no. Siempre de la mano con “el terrorismo”.
Mientras tanto, en algún asentamiento de la ciudad, Erik intenta de nuevo mantenerse en el tercer grado. Ya casi tiene 12 y se empieza a sentir incómodo entre los niños más pequeños. La escuela es aburrida y poco útil. Por las mañanas intenta vender con su mamá, a pesar de las burlas y de los dolores de la mujer que le dio la vida por la artritis.
Finalmente, se eligió a los magistrados de la Corte de Constitucionalidad, no todos están limpios, de hecho, casi nadie. Y las reformas a la Ley Electoral pasaron sin pena, ni gloria, dejando fuera importantes demandas como la validez del voto nulo, el transfuguismo y la igualdad de género.
Los bombazos se vuelven a mencionar de vez en cuando. En la Plaza Central siguen asaltando. Las opiniones respecto a la pena de muerte, nos dividen. Entre todo hay algo que realmente me aterra: que Erik deje de ir a escuela. Que él y tantos niños, niñas, adolescentes y jóvenes, se sumen a los otros 4 millones de niños, niñas y adolescentes guatemaltecos al margen de la educación. Me aterra que la escuela no se adapte y haga lo imposible porque estos niños, niñas y adolescentes aprendan y desarrollen todo su potencial. Me aterra que no existan programas de Estado para que los jóvenes encuentren algo en lo que son buenos y encuentren oportunidades. Me aterra pensar que pueden terminar explotados por una bomba, o explotándola, asaltando en la Plaza, haciéndose de la vista gorda frente a la corrupción, votando por incapaces, que no ocupen cargos de elección popular, o los ocupen para oprimir, me aterra que crean en los medios de comunicación sin cuestionar o que mueran por una inyección letal. Este es el verdadero terror.
Linda Gare, Guatemala