senderos de vida

-¿De qué esta hecha la miseria?

– De personas, sólo de personas, como tú y como yo

El Centro International Joseph Wresinski en Baillet – Francia, es el lugar donde se puede encontrar una historia desconocida para muchos, un legado poco común pero extraordinario que merece ser conocido.

Cuando estás lejos y escuchas hablar del lugar, aún cuando lo has visitado una vez, te parece tan frío, lleno de papeles, con olor a vejez a lo antiguo; para alguien como yo que ama la transformación, la evolución, la actividad; era algo así como un lugar pasivo, casi muerto.

Hace unos meses que estoy aquí, impregnada de unos documentos de América Latina, y debo decir que estoy en un mundo, algo así como irreal, como en un castillo, que a inicio tienes miedo de entrar, pero al pasar la puerta, quedas como encantada, con las pequeñas y grandes cosas que vas descubriendo. Es eso, me siento como en un castillo, descubriendo mucha vida al interior, todo me habla; esos viejos papeles, me hablan de vidas, de esfuerzos, de luchas y dudas, de esperanzas y desesperanzas; pero hablan fuerte, esperando que alguien más las escuche, las descubra, porque están repletos de vida, de sensaciones, de color y de olor del país, del clima, de la gente…

Cada día es una aventura nueva, a veces ríes con las anécdotas y ocurrencias, a veces lloras con los que lloran y entre otras cosas, te reconoces entre unos y otros.

Es mucho más intenso, que cuando lees una obra literaria, porque sabes que en estos escritos, las personas son reales, los lugares también, nada son invenciones, quizá algunas incomprensiones y también, grandes silencios.

Y yo no sólo me desengaño satisfactoriamente, sino que también voy evolucionando junto a ellos, voy impregnándome de cada uno de ellos, de esos niños que duermen para olvidar el hambre, de aquellos que cantan sin olvidar sus ansias de aprender; de esos hombres que tienen las manos encalladas o de aquellos que se dejan sumir en la pasividad cansados de buscar trabajo y no encontrar; de esas mujeres que oran, que ríen, que se buscan la vida a costa de su propia vida, para poner algo en la boca de sus hijos; de esas mujeres y hombres que comparten sonrisas y hacen suyas, los sufrimientos y las esperanzas de los otros.

Este «castillo» que transforma, que evoluciona a medida que vas descubriendo, a medida que te vas perdiendo y encontrando en ese mar de frases que destilan vida en cada letra; me hace descubrir una vez más al hombre, en toda su complejidad, en toda su fragilidad y en toda su fortaleza. Al hombre que camina a veces con pasos apesadumbrados, a veces con pasos ágiles, a veces yendo y a veces viniendo en este sendero que esta hecho más de vida que de sueños.

María Angélica Quispe, Perú/Francia

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