siempre me quedan los gestos

miradajoven

Lise es una mujer joven que conoce la pobreza y el vivir errante en su propio país. Sabe lo que significa no ser bienvenida en ningún sitio. Sin domicilio, Lise pasa sus noches en albergues y Centros de urgencia. Dice, que a menudo, intenta llegar pronto a los albergues, para poder acoger. Cuando una mujer llega por primera vez al dormitorio del albergue, el cansancio y el miedo se lee en los rasgos de su cara, Lise las contempla, les tiende una mano y se presenta por su nombre. Puede que dicha mujer esté enferma. Entonces, Lise, prevé y le enseña a quien tiene que dirigirse, la conduce donde pueda conseguir lo que necesita. “Cuando no conoces a nadie, tienes miedo de preguntar”. Lise habla de una joven refugiada de religión musulmana, pensaba que para esta chica sería horrible ir a la bodega para recibir ropa por parte del hombre que la distribuye y decide acompañarla. “Hay que tomar su tiempo, explicar las cosas con delicadeza… hablo un poco otros idiomas y cuando no tengo las palabras, siempre me quedan los gestos”.

Lise no se tira flores… “para mi es en los detalles de la vida en los que te dan la bienvenida”. Nada más normal. Habla de las mujeres Rumanas, que no hablan su idioma, pero que son tan amables, acogedoras y que siempre están atentas a las demás. “Podríamos creer que se han vuelto duras por la vida que les toca, las echan de todas partes, pero no…”.

Al mismo tiempo, estoy sumergido en el alboroto del mundo, en la guerra en el Cercano Oriente, bombardeos indiscriminados, intereses monetarios inconfesables y poblaciones arrojadas a las carreteras del exilio: elecciones en USA, referéndum en Gran Bretaña, votación en Suiza de una iniciativa popular “para devolver a los criminales extranjeros”, felizmente rechazada por una minoría del pueblo… Y las reseñas sobre Grecia, tierra de acogida, aislada por alambradas erigidas bajo la comunidad internacional que las ponen como ejemplo. Atenas, donde personas como Lise, se preocupan de lo que les pasa a los refugiados que no son bienvenidos en ningún sitio.

En el centro mediático, la inevitable galería de retratos importantes y atronadores. Máscaras sin miradas que enarbolan promesas de preferencias nacionales, de muros y del orden de la seguridad. Delante de un tal confinamiento del espíritu, pienso en la famosa alegoría de la caverna de Platón, donde, en la complacencia de la oscuridad tranquilizadora, el espectáculo ordinario de la mentira se adorna con mil lentejuelas y ejerce fascinación: el miedo. Un mundo donde nadie se atreve a mirar a los ojos.

Prefiero unirme a Lise a la luz del día. ¡Uff! Ligada a la realidad, en la elucidad de una acción genuina y espontánea. La única que cambia el mundo, sin ruido. Aquí, las mujeres y los hombres os miran a los ojos. Dejan ver sus ojos. Puedo ver mis ojos en sus ojos. Es aquí donde encuentro luz. Me siento bienvenido.

Lise me devuelve a otro pasaje de Platón en el “Primer Alcibiades”. Sócrates se dirige a un joven candidato para el ejercicio del poder, preocupado por que se quiera ahorrar y negar a ver la realidad el mismo: “Por lo que un ojo que mira otros ojos y que se adhiere a lo que es mejor en él , por lo que él ve , por tanto, puede verse a sí mismo”. Y más lejos: “¿así que quiero ver el ojo en sí , tiene que mirar a otro ojo, y en este lugar donde se encuentra el ojo bajo el ojo , que es la visión ?” Y termina: “Pues bien , mi querido Alcibíades , el alma también , si se trata de reconocer , la voluntad, ¿no es así ? ver un alma , y sobre todo esta parte del alma , donde es la virtud del alma , la sabiduría , o cualquier otra cosa se parece a éste ”.

François Jomini, Suiza. [Traducción del original en francés publicado en el blog colectivo Pour un monde riche de tout son monde]