ante la precariedad, movilicémonos

“La precariedad aumenta a nuestro alrededor. En nuestro día a día, a veces parece que no podemos hacer nada. Pero atreverse a tomar la palabra en en un lugar público para expresar que esta realidad te duele y que no aceptas que nos acomodemos, es un acto político al alcance de todos. Quizás no cambie nada, pero hacer existir otro discurso en el silencio impuesto a nivel social desde el “así son las cosas”, es una invitación a la movilización… y eso, en realidad, lo puede cambiar todo.”

Álvaro Iniesta Pérez, Madrid

 

 

 

tierra doliente que camina

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Con el objetivo de influir en los debates desarrollados durante la Conferencia sobre el Cambio Climático (COP21) en diciembre 2015 en París, ATD Cuarto Mundo hizo público un documento que argumentaba la necesidad de hacer frente a este desafío en un marco de especial atención a los derechos y los padecimientos del 20% de la población más pobre del planeta.

Esta manera de vincular la lucha contra la pobreza y la protección del medio ambiente constituye una provocación intelectual y política para la larga tradición que ha tendido a percibir como opuestas entre sí las luchas de los movimientos ambientalistas o de defensa de los animales y aquellas de los movimientos de promoción de los derechos humanos o contra la pobreza. Si bien aún insuficiente, es notable el esfuerzo que se pone de manifiesto en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ONU, 2015) para reconocer igual importancia al desarrollo de las poblaciones más pobres y a la protección del planeta.

En este incipiente contexto unificador, se ha celebrado entre el 1 y el 5 de junio en la Ciudad de México el primer Foro Internacional por los Derechos de la Madre Tierra. El foro, organizado por más de 150 grupos y asociaciones, reunió a algunos de los más conocidos activistas de los derechos humanos y de la tierra del mundo entero. El objetivo principal de la reunión era profundizar y promover la necesidad de una Declaración Universal de los Derechos de la Tierra que habría de ser una orientación para todos los países.

El foro no trataba de abordar cuestiones medioambientales —entendido, se dijo, el medio ambiente sólo como el entorno que sirve al ser humano— sino de considerar el planeta tierra como pleno sujeto de derecho, un “otro” que tiene derecho a la existencia y a la perdurablidad. “La tierra está viva —dijo el teólogo y filósofo Leonardo Boff (Brasil)— tiene dignidad y es portadora de derecho. (…) La Declaración de los Derechos Humanos tuvo la virtud de decir que todos los seres humanos tienen derechos; tuvo sin embargo el defecto de pensar que sólo los seres humanos tienen derechos. (…) El ser humano es parte de una gran comunidad de vida, es la porción pensante de la tierra que tiene la obligación de cuidar a la madre*”. Esta concepción, largamente compartida por los diferentes participantes originarios de comunidades indígenas, rechaza cualquier visión antropocéntrica del mundo y reconoce el valor intrínseco de cada ser: la tierra entendida como un super-organismo vivo con derecho propio, dadora de bondades, pero no sólo fuente de recursos para el ser humano.

Al mismo tiempo, a lo largo de estos días de trabajo colectivo, se profundizó la necesidad de dejar de considerar contradictorios los derechos humanos y los derechos de la tierra. “El desprecio que a menudo se ha hecho desde la lucha social a la lucha medioambiental es un error histórico capital —dijo la bióloga Esperanza Martínez (Ecuador)—. (…) Es importante considerar las diferentes generaciones de derechos y unirlas. No podremos hacer avanzar los derechos de la tierra si no consideramos al mismo tiempo el derecho a la soberanía alimentaria, al agua, a habitar la tierra… de los seres humanos. Es una misma lucha”.*

Si el siglo XX, se decía, fue el siglo de los derechos humanos, el siglo XXI ha de ser el de los derechos de la tierra. Dos ejemplos latinoamericanos, Ecuador y Bolivia, pretendieron ilustrar el avance que representa incluir los derechos de la tierra en las constituciones nacionales y junto a éstos la visión, la tradición, la espiritualidad y el vínculo con la Pachamama de los pueblos indígenas, cuidadores ancestrales de la tierra. Sin embargo, una vez más, el diálogo puso de manifiesto hasta qué punto las leyes pueden volverse en contra de las personas y comunidades más pobres. En Ecuador—explicaba Esperanza Martínez a través de varios ejemplos— se han condenado solamente los agravios a la tierra perpetrados por personas pobres y nunca los que fueron cometidos por familias ricas o grandes empresas. Así, a pesar de la ilusión que provoca la existencia de una Declaración Universal de los Derechos Humanos, no es posible afirmar que éstos ya fueron conquistados en el siglo XX: entre otras numerosas violaciones, la persistencia de la pobreza extrema y la violencia que padecen los más pobres contradicen radicalmente tal optimismo. Las personas y comunidades más pobres son sistemáticamente excluidas de los procesos de desarrollo, siempre más vulnerables a los efectos devastadores del cambio climático, a menudo estigmatizadas y desconsideradas en las reflexiones sobre la protección de la tierra y finalmente el blanco de la utilización injusta de las leyes.

ATD Cuarto Mundo no ha dejado de afirmar que no será realmente posible hacer frente al desafío del cambio climático sin incluir la participación de los más pobres: su experiencia, su visión, su reflexión. Ellos, los desposeídos de todo poder, los grandes creativos de alternativas económicas, los supervivientes de la escasez, los expertos de la recuperación y el reciclaje, del trabajo de la tierra, de la regeneración de los bosques, del cuidado de la diversidad de los cultivos, de la auto-construcción, del ahorro de recursos, de la gestión del hambre y los golpes de la naturaleza… serán imprescindibles en los debates y las reflexiones que un día —tenemos esperanza— darán a luz a la Declaración Universal de los Derechos de la Tierra. Sin ellos, sufridores en carne propia del sufrimiento de la tierra, no seríamos capaces de nombrar una nueva generación de derechos verdaderamente universal. Ellos son la tierra doliente que camina; con ellos tenemos la responsabilidad de construir el futuro.

Beatriz Monje Barón, Ciudad de México

en twitter @beatriz_monje_

* Las citas de Leonardo Boff y Esperanza Martínez provienen de mis notas, podrían no representar sus palabras exactas. Sus conferencias, y muchas otras, pueden encontrarse a través de la página facebook Derechos de la Madre Tierra.
[En el centro de la fotografía: la científica y filósofa Vandana Shiva (India) durante el foro.]

ni princesas, ni anti princesas

ArtSi-MariaQuispe

Quién no recuerda a la bella durmiente, la cenicienta… y algunos superhéroes, que por años hicieron y aún hacen volar la imaginación de muchas niñas y muchos niños, cuentos clásicos, cuyo único sueño de las chicas, es la llegada de su príncipe azul y ser felices para siempre y la de los chicos el ser un apuesto galán, tener poderes, y los medios suficientes para vivir y mantener feliz a su familia para siempre.

En oposición a esta corriente casi caduca, se revelan los nuevos libros denominados «anti princesas» que buscan acertadamente romper los estereotipos frente al rol de la mujer y del varón.

La nueva corriente de libros anti princesas, narra al estilo infantil, la vida de diferentes personajes de la vida real con todos los esfuerzos que hicieron para cumplir sus sueños. Obras para niñas y niños que ameritan un gran reconocimiento. Sin embargo seguimos en el mundo del sueño, de que si te esfuerzas, tus sueños se harán realidad.

En el último informe de la Unesco, existen 58 millones de niñas y niños que no están escolarizados (Instituto de Estadística de la Unesco), es decir, no acceden al derecho a la educación, ¿qué pasa con estos niños, a qué se dedican?, ¿en qué están puestos sus sueños?. Una de las causas principales sin duda es la miseria, esa extrema pobreza a la que se condena a una parte de la población, sí, repito, se le condena, porque como afirmaba Joseph Wresinski: desde que un niño pobre aprende a caminar, las responsabilidades le vienen encima; sin tener siquiera el tiempo de iluminar o de expresar sus sueños, condenados muchas veces al silencio.

Sin embargo sus sueños están latentes, son reales, no sueñan con ser ni princesas ni príncipes, ni con ser personajes famosos, sueñan con cosas básicas y profundas: como el que nos compartía Jorge, un niño de 8 años, que tiene que salir a vender cada día cigarrillos a la calle, para poder apoyar en la economía de su casa: “me gustaría ir a la escuela”, “me gustaría estudiar “

Son más de 58 millones de niñas y niños confrontados a esta y otras realidades en el mundo, niñas y niños que luchan día a día, para sobrevivir, con la incertidumbre de no saber que será del mañana, niños a quienes no sólo se les niega el derecho a estudiar, sino también a soñar.

¿Cuántos sueños más se seguirán apagando, para asumir un compromiso personal o colectivo y hacer que los derechos dejen de ser simplemente sueños para una parte de la población?.

María Angélica Quispe, Perú/Francia

títeres desde abajo,títeres pobres, títeres con cabeza, con corazón y con manos

Algunos títeres, titiriteros y titiriteras nos han mirado siempre desde abajo, porque comparten con los pobres, con los mendigos, con los que transitan rebuscando en las basuras, con los que hacen cola para obtener caridad, comparten la calle, las aceras y sus penas.

Los títeres y sus titiriteros buscan, como los pobres desde su miseria, enganchar la mirada cómplice y curiosa, solidaria y crítica del que camina con prisa egoísta, del que no hace más que pasar.

Tienen como nosotras y nosotros, cartones para cubrirse, miles de historias que contar y un deseo loco de justicia mecida entre risas. Se ganan la vida con inteligencia y deshechos, viven de la cultura aunque los del poder en las manos dicen que quieren vivir del cuento.

A esta sociedad y a sus poderosos le gustan los títeres sin cabeza, les gusta que pensemos sólo en estadísticas, en el infortunio de la crisis y que pasemos de largo, sin cuestionarnos nada más. Y sobre todo, que te sigas comiendo la sopa, que hagas cola, que vayas al ropero, recojas el ticket de la trabajadora social, una saco para el frío de la noche en la calle. La sociedad de los títeres sin cabeza no sabe de personas, sabe de macro-estadísticas, que es un tipo de pescado con la que llenan sus redes banqueros y avaros.

Pero la lucha contra la miseria es una cuestión de cultura. Una cultura que saque a la sociedad de su ignorancia, para que deje de ignorar a los pobres y las riquezas que atesoran. Una cultura que ataque de frente la cuestión del poder, de las desigualdades, del dominio, de la explotación, de la deriva totalitaria del dinero, de la barbarie de una sociedad egoísta.

Esta es la cultura solidaria de pobres de siempre, es la cultura de los titiriteros y titiriteras con cabeza. Es la cultura que necesita la cabeza y la inteligencia y el corazón y las manos de todas y de todos.

Pero eso los jóvenes ya lo saben, y desde hace años se lanzan a las calles de nuestros barrios, y rapean, y bailotean, y riman, y leen, y buscan juntos la humanidad que nos falta, la solidaridad que nos queda por construir, una cultura del “nadie se queda atrás1”.

A los títeres del poder no les gusta que pensemos, no les hace gracia la ironía de la calle.

A los títeres pobres, títeres y titiriteros, mano y cabeza, corazón y estómago, a nosotros y nosotras, tantas veces convertidos en marionetas por la vida, en personajes de cuento, no nos callan con sus cárceles, con sus censuras y con sus leyes cínicas.

La humanidad se construye desde abajo, en un abrazo continuado a pie de calle.

Titiriteros y títeres desde abajo, ayer os dejasteis el espectáculo a medias, nosotras y nosotros, con nuestros cartones2, os guardamos el sitio.

Bienvenidos de nuevo al terreno de los titiriteros y titiriteras pobres, luchar contra la miseria es nuestra cultura. Bienvenidos a la calle.

Jaime Solo

1Bibliotecas de calle, Festival del saber, Arte para Todos,Cartón Libro, Crea-Existe-Resiste… y otros tantos proyectos vitales del encuentro de la inteligencia de los pobres, a pie de calle.

2Pienso en personas con nombre propio que me enseñan el valor de la dignidad, El abuelo, Óscar, David… un saludo, os echamos de menos.

#LibertadReal

niñas

La Fundación Secretariado Gitano acaba de revolucionar las redes sociales con la campaña #LeonorDejaLaEscuela. El lema hace pensar que se trata de la Princesa de Asturias, hija primogénita de la familia real española, y la magia de la comunicación convierte la campaña en trending topic. De repente, se hace visible lo que ha sido siempre ignorado: los obstáculos que enfrentan los niños y niñas de etnia gitana para permanecer en la escuela.

Inmediatamente pienso en Libertad, un preciosa niña gitana de cinco años. Libertad vivía en el Pozo del Huevo, así que no era solamente preciosa y gitana, sino también la primogénita de una familia profundamente castigada por la injusticia que es la pobreza extrema. Hacía años que ATD Cuarto Mundo existía también en este barrio madrileño de calles de tierra y hogares construidos a base de maderas viejas y lata, de luz y agua alcanzada gracias al ingenio, de madera para leña en carretillas, de esfuerzo cotidiano por la supervivencia, de comunidad y familia. Como cada verano, aquel mes de julio celebramos también nuestro Festival del Saber y, celebrando el saber, Libertad no dejó de compartir su ilusión por empezar la escuela el mes de septiembre, su sueño de aprender a leer y hacer nuevas amigas, todo lo que estaba por llegar.

En España, la educación obligatoria comienza a los seis años, pero es habitual que los niños estén ya escolarizados a los tres, pues este periodo inicial es también gratuito y, bajo la ley, accesible para todos. Así, nuestra Libertad feliz habría de encontrarse pronto con niños y niñas con tres años de escolaridad en sus mochilas.

Ya en septiembre, mientras nos preparábamos para la Biblioteca de Calle que nos daba cita semanal durante todo el año, vi llegar a Libertad por la calle de tierra que servía de acceso al Pozo del Huevo. Regresaba de la escuela, debía ser la primera o la segunda semana para ella. En cuclillas, pregunté ilusionada por sus primeros días, recuerdo perfectamente el entusiasmo que yo guardaba en mis adentros. Libertad me escuchaba, pero negaba con su cabecita de cabellos castaños: “Ya no me gusta. La profe da a los otros niños letras para pintar y a mí no me da nada, sólo me dice que haga dibujos”.

Soy maestra de formación, así que puedo entender muy bien que hay todo un camino que hacer antes de aprender a escribir, y que los otros niños ya habían recorrido una buena parte del camino… Entiendo también el valor del dibujo y aún más de la creatividad, pero no puedo entender “a mí no me da nada”, ni puedo aceptar la falta de fe en cada niño de la que fui testigo a lo largo de los meses siguientes, o el abandono.

A menudo, los profesionales se refieren a esta realidad como “abandono escolar gitano”. Pero ¿quién abandona a quién?, ¿qué hace que una maestra deje de tener fe en una niña de apenas seis años?, ¿y cómo podríamos garantizar lo que es nuestra obligación común: que cada niño tenga realmente la oportunidad de aprender en la escuela?

A lo largo de mis años compartidos en el Pozo del Huevo, conocí a muchos niños y niñas que pasaban años en la escuela y nunca aprendían a leer y a escribir, abandonados por sus maestros desde el primer día. Conocí a muchos padres y madres que, a pesar de no haber tenido para sí mismos la oportunidad de la escuela, hacían extraordinarios esfuerzos por enviar a sus hijos; a padres y madres que habían creído que la escuela sería una esperanza para sus hijos y observaban atónitos que sus niños, a pesar de tanto esfuerzo, tampoco podían leer o escribir.

Cuando vives en una chabola rodeada de barro en invierno, llegar a la escuela con los zapatos limpios es, sencillamente, un milagro que unos y otros hacen posible sólo a través de un empeño extraordinario. Cuando nunca has ido a la escuela, ayudar a tus hijos con las tareas escolares requiere la valentía de los héroes. Cuando eres la única en tu clase que aún no sabe leer, llegar cada día a la escuela da testimonio de que ya eres un pequeño gran ser humano. ¿Cómo es posible que no hagamos todos nosotros, la escuela, el Ministerio de Educación y los maestros el mismo esfuerzo que ellos hacen para asegurarnos de que la escuela es útil para todos los niños y niñas?

Claro que sí, hay muchas maestras en nuestras escuelas que tienen fe en cada niño, muchos que hacen uso de toda su creatividad pedagógica para asegurarse de que cada niño cumple su sueño de aprender. Claro que hay muchos niños y niñas que lo logran a pesar de todos los obstáculos, y muchos padres que no dejan de empeñarse aún si el camino es muy largo y difícil. Todos ellos son nuestros héroes, nuestros niños y mayores reales.

Sin embargo, lograrlo verdaderamente para todos necesita de un plan institucional contra el abandono de los niños y las niñas gitanas en la escuela, especialmente de los más pobres. Un plan que debe ser construido con los maestros y todos los que conforman la comunidad educativa, pero fundamentalmente con los niños y los padres y madres abandonados por nuestro sistema educativo; un plan pensado con ellos y a partir de sus experiencias de discriminación y abandono, de sus sueños y esfuerzos, y sobre todo del imprescindible conocimiento y saber del que ya son portadores. Porque ellos también, a pesar de no saber leer o escribir, tienen un saber necesario que aportar: un saber para construir, de una vez por todas, una escuela útil para todos los niños. En realidad, un saber para un mundo para todos.

Crear juntos los mecanismos para que la experiencia y el pensamiento de estos padres y niños tenga un impacto en nuestra manera de hacer escuela para todos, sería no solamente un acto de justicia hacia ellos, sino un acto de justicia hacia todos los niños y el mundo. Una escuela que es útil para los niños que tienen más obstáculos que superar, es también una escuela más útil, humana y académicamente, para los niños que aprenden más fácilmente. Esta es la escuela que yo quiero, y digo, como Samuel, ¡sí podemos!

Beatriz Monje Barón, Madrid/ Ciudad de México

en twitter @beatriz_monje_

© Fundación Secretariado Gitano

luchar contra la pobreza: una tarea compartida

(c) Acción Poética Pura

Una población que es tratada en base a estereotipos y subjetividades superfluas es afectada de manera negativa en su desarrollo personal y social. De ahí que las personas en situación de pobreza y extrema pobreza sufran marginación, opresión y vulneración de sus derechos de forma permanente; lo peor es que ellos lo han adoptado como algo normal o natural.

El hecho de formar parte de un contexto lleno de limitaciones educacionales, económicas, culturales y de salud conduce al desconocimiento de lo que hay más allá. Una realidad centrada en la miseria, donde las habilidades sociales y personales no cobran fuerza para la transformación oprimen a estas personas. Es que el desconocimiento, de lo que hay más allá del horizonte que ya perciben, es uno más de los factores determinantes para la vulneración de los derechos y relegación de los pobres. La explotación, violencia, discriminación son algunas de las consecuencias a las que conlleva este desconocimiento. El sentir que tenemos menos valor que otras personas, que probablemente tienen más oportunidades económicas, hacen que nuestro panorama de nuestro cotidiano cambie; llegando a conformarnos y no hacer nada al respecto ante diversas injusticias y adversidades.

Es la sociedad quien establece prejuicios hacia las personas que viven en la pobreza, sin embargo no se dan cuenta que esos prejuicios van destruyendo de a poco la dignidad de esta población. Y ¿Cuál será el causante de estos prejuicios? Pues aquí también juega un papel importante el desconocimiento, ese desconocimiento de la sociedad que tiene hacia la realidad de las personas pobres. No conocen por qué están en esa situación, qué es lo que enfrentan día con día o por qué no pueden acceder a mejores empleos y desconocen todos los esfuerzos que hacen para cambiar y transformar su realidad. No es solo conocer es comprender e interiorizar, es actuar.

Estos elementos de exclusión, estereotipos, prejuicios y desvalorizaciones generados a partir del desconocimiento de distintas realidades encapsulan a las personas en pobreza y extrema pobreza en un mundo lleno de desigualdades y opresión; donde no pueden hacer, ni ser y menos luchar por su dignidad. Ese es el reto romper esas cápsulas marginantes. Luchar contra la pobreza es una tarea compartida, donde lo que más importa es la opinión de la persona que está en esa situación; porque ella tiene todas las capacidades para proponer soluciones o propuestas para la transformación, la tarea consiste en impulsarlos, hacer que vuelvan a creer en ellos, ser un apoyo constante: no pensar por ellos.

Tania Erika Poma Mollinedo, La Paz