Joseph Wresinski, fundador de ATD Cuarto Mundo, escribe en su texto Compartir: “Por pobres que fuésemos, si un pobre golpeaba la puerta me decían: mira, anda toma un trozo de pan y algunos céntimos y se los das a ese pobre que ha tocado la puerta.”
Cuando lo leo, no dejo de pensar en las palabras de doña Mónica: “Nosotros también podemos dar, porque los pobres no estamos solamente para poner la mano y recibir”. Esta afirmación de doña Mónica me trae al recuerdo la cantidad de veces que fui testigo de los gestos que se hacían entre las familias de la comunidad donde vivíamos en Guatemala. A menudo, no se trataba de que la familia que decidía apoyar a otra familia tuviera “mucho más”; muchas veces estaban en el mismo estado de precariedad y aun así se ponían al servicio de los otros. Estos gestos no solamente estaban relacionados con el dinero, con la ropa y la comida, iban más allá, sobrepasaban el presente, porque lograban proyectarse hacia el futuro, con el deseo de ver al otro en una mejor condición.
Uno de los muchos ejemplos que viene a mi memoria es el de Doña Julia. Ella vivía muy de cerca la dura realidad que afrontaba su vecina con sus hijos en la escuela. Estando sola, su vecina no había logrado que sus tres hijos mayores pudieran seguir estudiando, era imposible asumir los gastos que a diario necesitaba hacer. Ahora, su cuarto hijo había ganado sexto grado de primaria y estaba motivado para seguir sus estudios. Para ella era imposible inscribirlo, más aún sostenerlo en su camino de aprendizaje. Un día, platicando yo con doña Julia, me dijo que ella deseaba apoyar a este adolescente para que llegara a graduarse como lo habían hecho sus hijos. Yo la había visto en otras oportunidades organizando a la comunidad para hacer pequeñas cosas en la cotidianidad, aun cuando ella también viviera fragilidades. Sabía que haría todo lo posible para que Walter siguiera estudiando. La vi hablar con otras vecinas, buscando una mochila, un pantalón, unos zapatos… vi que ella quería lo mejor para esta familia. Algunos apoyaron la iniciativa y fue así que Walter comenzó la nueva etapa, un camino lleno de muchas dificultades, por supuesto.
¿Qué significan estos gestos en medio de la miseria, en medio de la búsqueda por subsistir cada día? Muchas veces presencié el inmenso esfuerzo que realizan las familias más pobres para hacer crecer sus vínculos, signos de una búsqueda por la sobrevivencia comunitaria. No era fácil, pues había infinidad de obstáculos cada día; normal en estas tierras de incertidumbre, de hambre, de dolor, pero también de lucha. Del mismo modo, presencié a menudo como, en el afán de “ayudar a las familias” muchos proyectos o personas individuales ponían en fragilidad o rompían estos esfuerzos.
¿Cómo y qué podemos hacer para que los vínculos construidos en estos espacios puedan reafirmarse en lugar de fragilizarse? Ante una dificultad cotidiana, podemos tender a buscar una solución “rápida” y dejarnos arrastrar por “la urgencia”. Es verdad que muchas veces no se trata de pensar sino de actuar, pero ¿qué hacer cuando existen otros signos que demuestran la presencia de la colaboración y de la solidaridad entre las familias? Muy a menudo, un proyecto o una ayuda exterior llega una sola vez, pero los lazos fraternales y la búsqueda de sobrevivencia se quedarán allí anclados en el corazón mismo de la comunidad. Nuestra acción no debería nunca poner en riesgo estos lazos de solidaridad y ayuda mutua, sino más bien acompañarlos para reforzarlos.
Elda García, Guatemala / Francia